David

Decir que nunca sentí miedo sería mentir, lo sentía cada noche desde que tenia 9 años, mi hermano David se acercaba a mi cama con sigilo, como intentando no despertarme, como si los toque que me recorrían y su mano tapando mi boca y mi nariz no me fuesen a despertar, pero el sabía bien lo que hacía, lo sabía tan bien que acallaba mis sollozos y mis suplicas con sus labios, causándome repulsión y unas ganas inmensas de arrancarme la vida, cada noche me quitaba una parte de mi inocencia, de mi infancia, tiñendo mis colores de negro y dejando todo oscuro.

Aunque las noches eran tormentosas, los días parecían interminables, no soportaba que me tocaran, y aunque papá no era el culpable, se que su hijo, quien llevaba su sangre, sí, y solo pensarlo, pensar que la sangre de mi padre recorría las venas de mi agresor hacían que su toque me asqueara también. Hay niñas que temen a os monstruos bajo la cama, yo me escondía debajo de la mía esperando que mi hermano no entrase, hay niñas que les temen a las arañas, yo le temía a las manos de mi hermano, cuando un niño tiene una pesadilla y se despierta llorando, sus padres van a consolarle, en mi caso, mi hermano era mi pesadilla, una que nunca acababa, y mis sollozos pidiendo ayuda se quedaban opacados ante sus manos.

miedo

Yo tan solo era una niña, señor juez, una niña que sufrió abusos de parte de su hermano durante casi 5 años, y que cada que volvía a casa en vacaciones, me encerraba en mi cuarto con llave, esperando no toparme con el, así que cuando le vi, hace apenas unos meses, en la casa de mis padres intentando hacerle a mi hija, su sobrina, lo mismo que me hizo a mi, no me pude contener, mi tristeza se convirtió en ira, y le maté, y no me arrepiento, no lo haré ahora y no lo haré nunca.

-Así que, dime, señorita, ¿Cómo se declara?

-Culpable, me declaro culpable, porque aunque su alma se esté pudriendo ahora en el infierno, siento que fuera me sigue esperando, expectante, a que me distraiga y vuelva a suceder, a que se repita la misma pesadilla.

-Sabe cual es su castigo si se declara culpable ¿no?- dijo el juez mirándola con los ojos cargados de tristeza esperando que la acusada se retractase.

-Sí, la pena de muerte, y señor juez, eso será el mejor regalo que me haga.

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